La sonda espacial Juno, que se lanzó el año 2011 y que llegó al planeta en 2016, ha registrado gracias a un instrumento denominado Radiómetro de Microondas (MWR, por sus siglas en inglés), las emisiones de gas de Júpiter en una amplia gama de frecuencias. Y la existencia de rayos en el planeta, confirmada por la misión Voyager 1 en marzo de 1979, vuelve a ser objeto de discusión gracias a un estudio liderado por la Nasa y publicado la revista Nature sobre las señales de radio producidas por los rayos de Júpiter.

“No importa en qué planeta estés, los rayos actúan como radiotransmisores, enviando ondas de radio cuando emiten destellos a través del cielo”, ha explicado Shannon Brown, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la Nasa, en California, y autor principal del estudio, en un comunicado. Hasta la misión Juno, todas las señales de rayos registradas por la Voyager 1 se limitaron a detectar estas señales en el rango de los megahercios. Ahora, las observaciones de los rayos de Júpiter realizadas por la sonda se ubican en un espectro de frecuencias más amplio.

“En los datos de nuestros primeros ocho sobrevuelos, el MWR de Juno detectó 377 descargas eléctricas”, detalla Brown, en el comunicado. “Se registraron tanto en megahercios como en gigahercios, que es lo que puedes encontrar en las descargas de relámpagos terrestres. Creemos que la razón por la que somos los únicos que podemos ver es porque Juno vuela más cerca de la iluminación que nunca, y estamos buscando una frecuencia de radio que pasa fácilmente a través de la ionosfera de Júpiter “, prosigue.

El hecho de que Juno sea capaz de sobrevolar Júpiter a menos de 5.000 kilómetros de altitud, más cerca que ninguna otra nave espacial en la historia, ha sido determinante para detectar estas descargas de relámpagos. Al orbitar más cerca que nunca, “la fuerza de la señal que irradia el planeta es mil veces más fuerte”, señala Scott Bolton, investigador principal de Juno, del Instituto de Investigación del Suroeste (SwRi, por sus siglas en inglés).

Aunque que los relámpagos de Júpiter sean parecidos a los de la Tierra no implica que el lugar donde se produzcan sea el mismo. Los autores del estudio han destacado que “los rayos son frecuentes en las regiones polares, ausentes cerca del ecuador y más habituales en el hemisferio norte, en unas latitudes superiores a los 40 grados norte”. Por lo tanto, la distribución de la formación de los rayos en Júpiter es justo la contraria a la de la Tierra.

En la Tierra, la mayor parte del calor procede del Sol. En el ecuador, al haber una incidencia mayor de radiación solar, el aire cálido y húmedo se eleva generando las tormentas eléctricas. En cambio, el calor en Júpiter no viene dado por el Sol. Al estar cinco veces más lejos que la órbita terrestre, recibe 25 veces menos luz solar que la Tierra. Por ese motivo, la atmósfera de Júpiter obtiene la mayor parte de su calor del propio planeta.

Sin embargo, este hecho no implica que los rayos del Sol no tengan su función en el planeta ya que calientan el ecuador de Júpiter más que los polos, del mismo modo que lo hacen en la Tierra. En los polos, el calor interno de Júpiter crea corrientes de aire hacia arriba que, por fricción, generan los relámpagos.

“Los resultados de este estudio ayudan a comprender mejor cuál es la composición, la circulación y los flujos de energía en Júpiter”, concluye Brown, quien espera que la misión pueda responder por qué los rayos que se ven en Júpiter se registran principalmente en el polo norte.

Fuente: lavanguardia.com

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