Tras 42 años de viaje a más de 54.000 km/h, la Voyager 2 se adentra en el espacio interestelar. El 5 de noviembre de 2018 cruzó la heliosfera, la burbuja protectora formada por el campo magnético del Sol y en la que están albergados todos los planetas del sistema solar, como concluyeron un mes después los científicos que estudiaron los datos preliminares procedentes de los cinco instrumentos a bordo de la nave. Y comenzó a explorar un territorio desconocido, el reino de las estrellas.

Ahora, el análisis exhaustivo de todas las mediciones realizadas por esta sonda -que se detallan en cinco estudios publicados en Nature Astronomy– ha permitido a los astrónomos confirmar, en primer lugar, que, efectivamente, la Voyager 2 ha cruzado al espacio interestelar; de esta forma, se ha convertido en la segunda nave en hacerlo, después de que su gemela, la Voyager, 1 lo consiguiera en 2012. Y, en segundo lugar, ha arrojado luz sobre la heliopausa, la estructura más externa de la heliosfera que actúa de límite entre ésta y el espacio interestelar, y de la que hasta el momento apenas se sabía nada.

“Cuando lanzamos la misión Voyager con las dos naves en 1977 no teníamos ni idea acerca de la burbuja que crea el Sol alrededor de él mismo con el viento solar supersónico, la heliosfera”, explicó Edward Stone, científico líder del programa Voyager desde 1972, en rueda de prensa. “No sabíamos cómo de grande era, ni tampoco si las naves sobrevivirían tras llegar al final de la heliosfera y abandonarla para entrar en el espacio interestelar”, añadió.

La ilustración muestra la posición de la Voyager 1 y la Voyager 2, fuera de la helioesfera. (NASA/JPL-Caltech)

Una burbuja protectora

Las naves Voyager 1 y 2 se lanzaron con semanas de separación y trayectorias distintas en 1977 para explorar Júpiter y Saturno. Tras cumplir los objetivos de sus respectivas misiones, ambas naves emprendieron el camino hacia el espacio interestelar. La Voyager 1 cruzó la heliopausa en agosto de 2012, en el hemisferio norte, a 122,6 unidades astronómicas (una unidad astronómica equivale a la distancia media entre la Tierra y el Sol). Y la 2 atravesó la heliopausa seis años después a 119,7 unidades astronómicas, en el hemisferio sur, a casi 18.000 millones de kilómetros del Sol.

Que ambas naves, a pesar de estar viajando en trayectorias opuestas, hayan atravesado la heliopausa a la misma distancia aproximadamente del Sol, “tiene que implicar que la heliosfera es simétrica, al menos en los dos puntos en que los que las naves Voyager cruzaron”, apuntó Bill Kurth, de la Universidad de Iowa (EE.UU.), coautor de uno de los estudios.

Aunque la Voyager 1 envió a la Tierra datos valiosos acerca de esa región en el extremo de la burbuja solar, la heliopausa, un fallo en su instrumento de plasma en 1980 impidió que tomara datos completos de esa transición. Por ese motivo, los científicos no pudieron identificar directamente la transición del plasma solar caliente al más frío interestelar. Tuvieron que pasar ocho meses hasta que los instrumentos de la Voyager 1 registraron oscilaciones de plasma de electrones para poder confirmar que la sonda se adentraba en el espacio interestelar

La Voyager 2, en cambio, ha podido registrar con mediciones directas y detalladas ese paso. El instrumento de ondas de plasma de la Voyager 2, que captó un salto en la densidad de plasma: mientras que dentro de la burbuja solar el plasma es caliente y de menor densidad, en el espacio interestelar es más frío y de alta densidad.

Las observaciones de la Voyager cercanas a la heliopausa muestran magnitudes de campos magnéticos enormes, lo suficientemente grandes como para poder formar una burbuja esférica alrededor del Sol. También, a diferencia de la Voyager 1, los datos de la 2 sugieren que el límite de la helioesfera es más delgado y suave, con un campo magnético interestelar más fuerte al otro lado.

Los investigadores creen que la Voyager 2 cruzó la heliopausa en menos de un día y consideran que el medio interestelar más cercano a ese límite es más caliente y variable de lo que esperaban.

La heliosfera sirve como modelo para comprender la formación y la dinámica de las burbujas que forman otras estrellas, que, a su vez, apunta, pueden tener consecuencias para la habitabilidad de los planetas que se encuentran dentro de esas esferas protectoras.

Tras 42 años de viaje y casi 18.000 millones de km recorridos, la Voyager 2 abandona la burbuja protectora solar y se adentra en el espacio interestelar. (HANDOUT / AFP)

El final de las Voyager

Que ambas naves hayan atravesado la helioesfera no implica que hayan abandonado el sistema solar. Eso lo harán cuando alcancen el borde exterior de la nube de Oort, un grupo de pequeños objetos bajo la influencia del Sol. Los científicos calculan que a la Voyager 2 al menos le llevará 2300 años lograrlo y unos 30.000 en atravesar esa nube y abandonar, definitivamente, nuestro vecindario cósmico. Sin embargo, los mundos que descubra no se los podrá contar a nadie. Dentro de cinco años, aproximadamente, se quedará sin combustible y las Voyager quedarán en silencio para toda la eternidad.

Fuente: lavanguardia.com

 

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