Lo maravilloso del vidrio, el agua y los diamantes (todos los cuales serían invisibles si el color fuera lo único que importara) es que pueden lentificar la luz.

Todos hemos escuchado que nada puede viajar más rápido que la velocidad de la luz -aproximadamente 300.000 kilómetros por segundo-, y que esa velocidad es una constante fija importante para la física. Sin embargo, se trata de cuán rápido viaja la luz en el vacío del espacio, donde no hay nada que interfiera.

Cuando viaja a través de cualquier otra cosa, la luz va más despacio. En el agua, viaja sólo al 75% de la velocidad en el espacio vacío, en el vidrio, al 69%. En los diamantes, apenas al 42% de esa constante universal.

Ese cambio de velocidad trae una consecuencia: cuando la luz toca la frontera entre el aire y el agua, o el aire y el vidrio, y se ralentiza, cambia de dirección. La razón por la que podemos ver cosas «invisibles» como el vidrio es que podemos ver cómo distorsionan la luz que está entrando por ellas.

Lo que vemos no es precisamente el vidrio, sino la manera en la que tuerce el camino de la luz que está atravesándolo. Entonces, sabemos dónde está por la forma en la que distorsiona la escena que está tras de él.

Fuente: BBC mundo

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