No es díficil pensar, cuando comparamos con la Tierra con las condiciones de los demás planetas del Sistema Solar, que vivimos en un lugar privilegiado con temperaturas suaves, grandes océanos y ríos de agua líquida, un ciclo hidrológico que permite que el agua caiga y se evapore. Pero, ¿qué es lo que hace que nuestro planeta sea tan especial? En una nueva investigación publicada en la revista Nature, científicos del USC y la Universidad de Nanjing, en China, explican las causas y apuntan que, en buena parte, la Tierra no se ha convertido en la sofocante Venus o en el árido Marte gracias a un dispositivo de regulación del dióxido de carbono atmosférico, el ciclo geológico que revuelve la superficie rocosa terrestre.

Los científicos saben desde hace mucho tiempo que la roca recién empujada a la superficie a través de la formación de montañas actúa efectivamente como una especie de esponja, absorbiendo el gas de efecto invernadero CO2. Sin embargo, si no se controlara, el proceso reduciría los niveles de CO2 en la atmósfera a un punto que sumiría a la Tierra en un invierno eterno en unos pocos millones de años, durante la formación de grandes cadenas montañosas como el Himalaya, algo que evidentemente no ha sucedido.

Los volcanes son una fuente de dióxido de carbono, pero ellos solos no pueden equilibrar el exceso de absorción de dióxido de carbono realizado por las grandes cadenas montañosas. En cambio, resulta que la roca recién expuesta por el levantamiento también emite carbono a través de un proceso de meteorización química -la desintegración y descomposición de una roca en la superficie como consecuencia de su exposición a agentes atmosféricos, físicos y químicos-, lo que repone el gas en la atmósfera a una velocidad comparable.

Según afirma Mark Torres, autor principal de la investigación, «Nuestra presencia en la Tierra depende de este ciclo del carbono. Esta es la razón por la que la vida es capaz de perdurar». Mientras que el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera provocado por el hombre está actualmente impulsando cambios significativos en el clima de la Tierra, el sistema geológico ha mantenido las cosas en equilibrio durante millones de años. «La Tierra es algo así como una gran reciclador natural», dice Joshua West, coautor del estudio.

Los investigadores estudiaron rocas recogidas en la cordillera de los Andes en Perú y descubrieron que los procesos de meteorización que las afectan liberaban mucho más carbono de lo estimado previamente. Se percataron de que la rápida erosión en los Andes desentierra abundante pirita, el mineral brillante conocido como «el oro de los tontos» por su apariencia engañosa, y su descomposición química produce ácidos que liberan CO2 de otros minerales. Al igual que muchas otras grandes cadenas montañosas, como la del Himalaya, la de los Andes comenzó a formarse durante el periodo Cenozoico, que comenzó hace unos 60 millones de años y coincidió con una perturbación importante en el ciclo del dióxido de carbono atmosférico. Utilizando registros marinos del ciclo del carbono a largo plazo, los investigadores reconstruyeron el equilibrio entre la liberación del CO2 y la absorción causada por el levantamiento de grandes cadenas montañosas y encontraron que la liberación de ese gas por la erosión de las rocas puede haber jugado un papel importante, hasta ahora no reconocido, en la regulación de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera.

 

Fuente: ABC.es

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