Ahora mismo, Marte es un desierto helado en el que, de momento, no se han hallado indicios de vida. Pero no siempre ha sido así: en sus inicios, hace unos 4.500 millones de años, la actividad volcánica florecía en su superficie. Y se discute si hace 3.700 millones de años, cuando en la Tierra surgía la vida, algo parecido ocurría en nuestro planeta vecino. Ahora, un estudio muestra un modelo teórico que señala la posibilidad de que el subsuelo primitivo marciano fuese habitable por seres que consumían hidrógeno y producían metano. Las conclusiones acaban de publicarse en la revista Nature Astronomy.

No se trata del primer estudio que señala la hipótesis de que el Planeta Rojo fuese habitable en el pasado. Múltiples investigaciones han apuntado a la presencia, hace millones de años, de océanos sobre su superficie que podrían haber sustentando la vida. De hecho, vehículos como Curiosity o Perseverance buscan ‘in situ’ en lugares que, según creen los científicos, habrían estado cubiertos de estas masas líquidas. Sin embargo, no se han llevado a cabo muchos modelos que calculen la probabilidad efectiva de este escenario.

Boris Sauterey, del Institut de Biologie de l’Ecole Normale Superieure IBENS (París), y sus colegas probaron a simular si microorganismos consumen hidrógeno y producen metano (la ‘dieta’ de los primeros habitantes vivos de la Tierra) podrían haber sobrevivido en el Marte primitivo justo bajo de la superficie, a unos pocos centímetros de profundidad, donde habrían estado protegidos de la intensa radiación que golpea directamente el suelo. La conclusión es que sí, que «cualquier lugar libre de hielo en Marte podría haber estado plagado de estos organismos», señala Sauterey.

Los datos van más allá: estos hipotéticos habitantes marcianos habrían producido «una biomasa similar a la del océano primitivo de la Tierra»; es decir, una ‘población’ de seres vivos en la misma proporción que la que existía hace 3.700 millones de años bajo las aguas de nuestro planeta. Este ecosistema habría puesto en peligro el clima presumiblemente húmedo y cálido del Marte primitivo debido a tanto hidrógeno extraído de la delgada atmósfera rica en dióxido de carbono. A su vez, esto habría provocado una caída de las temperaturas de casi -400 grados Fahrenheit (menos -200 grados Celsius). Como consecuencia y ante el cambio de clima, estos microorganismos habrían tenido que buscar hábitats en las profundidades de la corteza del planeta en un intento de supervivencia. De hecho, algunos estudios apuntan a que la vida, de existir actualmente en Marte, no estaría en la superficie, sino bajo ella.

«Aunque el trabajo se basa en modelos teóricos del clima y ecológicos, (…) nos aporta algunas ideas interesantes -afirma para SMC España César Menor Salván, profesor de Bioquímica en la Universidad de Alcalá-. Por ejemplo, las diferencias climáticas, geoquímicas (como la salinidad) y, sobre todo, de características y composición de la atmósfera, condicionó la evolución de esos ecosistemas. Así, mientras que en la Tierra la actividad de las metanógenas pudo favorecer la habitabilidad y la evolución de la vida, en Marte pudo ser todo lo contrario, provocando estos organismos un enfriamiento global del planeta. Por ello, la vida en Marte debió proseguir bajo la superficie, cada vez más profundamente, utilizando procesos geoquímicos como fuente de hidrógeno«.

Por su parte, Jesús Martínez Frías, geólogo planetario y astrobiólogo del IGEO (CSIC-UCM), señala que se trata de un modelo teórico «de gran calidad y realmente interesante», pero «astrobiológicamente especulativo»: «Considerar un ‘modelo ecológico’ de Marte, cuando no se dispone aún de ninguna evidencia de vida ni de sus potenciales biomarcadores es un ejercicio interesante, con conclusiones válidas en cuanto a lo sugerido y la metodología utilizada, pero que requeriría mayor solidez y rigor científico, más allá de lo puramente teórico», indica.

Aún así, los autores señalan tres lugares clave en los que futuras (o presentes) misiones podrían hallar vida primitiva: Hellas Planitia, Isidis Planitia y el Crater Jezero. Este último emplazamiento es, según los científicos, el lecho de un antiguo lago en el que rueda actualmente el rover Perseverance, que ya está tomando muestras que en una década serán enviadas a la Tierra para su análisis. Quizá en ellas se haya plasmado el rastro de aquellos seres marcianos que predice este modelo teórico.

Fuente: abc.es