Hacer ejercicio es tan importante en la Tierra como en el espacio, quizás incluso más, porque vivir en microgravedad reduce tanto la resistencia ósea como la fuerza muscular.

Estas son algunas de las muchas maneras en las que cambia el cuerpo mientras se encuentra en el espacio: los músculos se atrofian, la masa ósea disminuye, aumenta el nivel de calcio, la cara se hincha, disminuyen el ritmo cardíaco, el conteo de glóbulos rojos y los niveles de plasma; la columna se endereza y se expande, el sistema inmune se compromete, aumentando los riesgos de infección.

Los astronautas también pueden experimentar algunas de estas desagradables condiciones: claustrofobia, nariz y senos nasales obstruidos (“congestión espacial”) privación del sueño, interrupción del ritmo cardíaco, desorientación temporaria y vértigo. La Estación Espacial Internacional tiene una corredora y una bicicleta de ejercicio, pero los astronautas se tienen que amarrar a los equipos para poder usarlos.

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