Imagínate lo siguiente:  viajamos con los antiguos chamanes norteamericanos de la tribu Ute, en el Medio Oeste de Estados Unidos, a la caza de cristales de cuarzo. Una vez recogidos e introducidos en unas sonajas ceremoniales traslúcidas hechas de piel de bisontes, esperamos a que comiencen los ritos nocturnos de invocación a los espíritus de los muertos. Cuando oscurece, agitamos las sonajas, que emiten destellos de luz al chocar los cristales entre sí. Al participar en esta ceremonia estamos experimentando una de las aplicaciones más antiguas de la triboluminiscencia, que es un proceso físico donde se produce luz al moler, frotar o rasgar ciertos materiales, provocando que las cargas eléctricas se separen y se vuelvan a unir. La descarga eléctrica resultante ioniza el aire circundante y produce destellos luminosos.

En 1629, el erudito inglés Francis Bacon publicó la primera documentación conocida del fenómeno, en la que mencionaba que el azúcar centellea cuando se «tritura o se rompe» en la oscuridad. Hoy cualquiera puede hacer experimentos de triboluminiscencia en su propia casa, moliendo en una pieza oscura cristales de azúcar (¡al menos debe ser más fácil que intentarlo con cristales de cuarzo en sonajas traslúcidas de piel de bisonte!)

El espectro luminoso producido por la triboluminiscencia del azúcar es el mismo que el de los relámpagos. En ambos casos, la energía eléctrica reacciona con las moléculas de nitrógeno del aire. La mayor parte de la luz emitida por el nitrógeno en el aire es del espectro ultravioleta que el ojo humano no puede ver, y solo una pequeña parte se emite en el espectro visible. Al friccionar los cristales de azúcar se acumulan las cargas positivas y negativas, lo que finalmente provoca que se desprendan electrones con la rotura de los cristales y que exciten a los electrones de las moléculas de nitrógeno.

Si despegamos cinta adhesiva en la oscuridad también podríamos ver luz emitida por triboluminiscencia. Pero curiosamente, el proceso de despegar una de esas cintas en el vacío puede producir Rayos X con la suficiente intensidad para hacer una radiografía del dedo.

Fuente: El libro de la Física – Clifford A. Pickover

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