Las duras condiciones del espacio pueden llegar a ser un infierno para las naves y sondas que transitan por él. Especialmente para los delicados sistemas informáticos y el software con el que van equipadas las misiones actuales.

Por eso, un equipo de ingenieros de la NASA ha pensado que quizá lo mejor sería retroceder en el tiempo y sustituir, para determinadas misiones, la electrónica avanzada por la vieja mecánica de toda la vida. De esta forma, la agencia espacial norteamericana está terminando de diseñar un nuevo Rover que parece más inspirado en Mad Max que en Star Trek. Uno de sus objetivos principales sería, por ejemplo, recorrer la ardiente superficie de Venus.

Desde luego, el planeta gemelo de la Tierra no es lugar para débiles. Sobre su superficie, en efecto, la temperatura media es de 462 grados centígrados, suficiente para fundir el plomo, lo que hace de él el mundo más caliente de todo el Sistema Solar.

A esto se añade una presión atmósférica 90 veces superior a la terrestre, y todo ello regado con abundantes lluvias de ácido sulfúrico, procedentes de una capa de nubes corrosivas a las que muy pocos ingenios hechos por el hombre han podido resistir. Por ejemplo, un rover como el Curiosity, que lleva varios años recorriendo Marte sin demasiadas complicaciones, apenas sobreviviría unos pocos minutos si tuviera que enfrentarse a estas durísimas condiciones.

El «Rover Automático para Ambientes Extremos» (AREE), fue concebido en 2015 por Jonathan Sauder, ingeniero mecánico del Jet Propulsion Laboratory, de la NASA, quien afirma que «Venus es demasiado inhóspito para la clase de complejos sistemas de control que tenemos en los rover marcianos. Pero con un vehículo totalmente mecánico, podríamos sobrevivir allí durante todo un año».

Un año recorriendo Venus es muchísimo más de lo que se había conseguido hasta ahora. En 1967, el Venera 7, lanzado por Rusia, fue la primera nave que consiguió enviar datos a la Tierra mientras entraba en la atmósfera venusina. Tres años después, el Venera 7 consiguió aterrizar en el ardiente planeta vecino, pero dejó de transmitir apenas 23 minutos después de tocar el suelo.

Rusia lo siguió intentando y en 1975 envió el Venera 9, equipado con un nuevo sistema de refrigeración que le permitió resistir 53 minutos tras el aterrizaje y enviar unas pocas imágenes en blanco y negro de la superficie.

Pero hasta ahora, el auténtico campeón en la exploración de Venus ha sido el Venera 13, que en 1982 consiguió resistir durante dos horas completas y envió 14 imágenes en color, 8 en blanco y negro e incluso llevó a cabo un análisis de varias rocas de la superficie.

Desde ese momento y a lo largo de las últimas tres décadas, la superficie de Venus ha sido relativamente ignorada por los diseñadores de rovers de exploración, y su estudio se ha ido dejando, cada vez más, en manos de instrumentos de análisis a bordo de sondas orbitales.

Nuevas posibilidades

Pero esta nueva forma de pensar de la NASA podría cambiar la situación de aquí en adelante. «Cuando piensas en algo tan extremo como Venus -afirma Evan Hilgemann, otro de los ingenieros del JPL que participan en el diseño de AREE- tienes que pensar también en una forma diferente de llegar allí. Y no sabemos sobre su ambiente mucho más de lo que se pudo ver en las imágenes de la era soviética».

AREE representa un retroceso hasta los viejos dispositivos de cálculo del siglo XIX, y se parece más al antiguo mecanismo de Anticitera, con cuyos engranajes los griegos modelaron los movimientos celestes, que a cualquier instrumento científico moderno.

Así, mientras que la mayoría de los planes convencionales para futuras misiones de aterrizaje en Venus se basarían en sistemas avanzados de refrigeración y otras tecnologías complejas, de costoso desarrollo y pocas garantías de éxito, AREE tiene como principal objetivo reducir, siempre que sea posible, la dependencia de sistemas y componentes electrónicos, sustituyéndolos con motores de cálculo basados en engranajes.

Por si eso no fuera suficiente, AREE podría llegar, incluso, a comunicarse enviando señales luminosas a un orbitador, abriendo y cerrando un obturador, para que éste envíe después la información a la Tierra.

Para desplazarse a través de la espesa atmósfera, la máquina sería accionada por una turbina eólica, y una vez sobre el terreno se desplazaría por medio de una serie de orugas similares a las de los tanques.

Sin embargo, y aunque es perfectamente posible construir un rover totalmente mecánico, los ingenieros de la NASA piensan que sería más práctico un vehículo «híbrido», en el que la electrónica y la mecánica se combinen de la forma más eficaz posible.

En la actualidad, la propuesta de Sauder se encuentra en su segunda fase de desarrollo, en el programa de Conceptos Avanzados (NIAC) de la NASA, donde se estudian uno por uno los diferentes problemas y sus posibles soluciones.

Cuando esté listo, AREE podrá desplazarse durante un año entero por Venus, y otras versiones del vehículo podrían utilizarse también para explorar, sobre el terreno, los lagos de hidrocarburos de Titán, los océanos subterráneos de Europa o la superficie de Mercurio. Lugares todos que hacen que la superficie de Marte, en comparación, parezca un simple campamento de vacaciones.

Fuente: abc.es

 

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