Hace casi 20 años, en julio de 1994, el cometa Shoemaker-Levy 0 (SL9) impactó a Júpiter y le dejó cicatrices visibles durante semanas. Fue la primera vez que pudimos observar directamente una colisión extraterrrestre en el Sistema Solar, donde astrónomos profesionales y aficionados la siguieron en todo el mundo. Y aunque pasó hace tanto tiempo, sus efectos todavía persisten ya que, según explica un equipo de científicos del Laboratorio de Astrofísica de Burdeos (Francia), el planeta aún conserva en su atmósfera agua dejada por la roca espacial.

El cometa SL9 estaba dividido en 21 fragmentos, debido a un anterior acercamiento a Júpiter durante el que las fuerzas de marea fueron lo suficientemente fuertes como para desintegrarlo. Las cicatrices que dejó cuando se estrelló en julio de 1994 se observaron durante semanas (como se ve en la imagen), pero su efecto químico en la atmósfera ha durado mucho tiempo más. Durante los impactos los astrónomos observaron una emisión de vapor de agua, pero luego de esa observación era muy difícil evaluar cómo podría modificar la composición de la atmósfera del planeta en el largo plazo. En 1997 se detectó agua en la estratósfera y se sospechó que podía ser una consecuencia del cometa, ya que éstos son conocidos por ser ricos en agua. Sin embargo, habían otras posibles fuentes de agua, como las partículas de polvo interplanetario producidos por la actividad cometaria y las colisiones de asteroides, anillos de hielo, o uno de los 60 satélites de Júpiter.

Hoy los astrónomos siguen observando las consecuencias del cometa Shoemaker-Levy en Júpiter. Esta vez, el equipo de Thibault Cavalié puso sus ojos sobre el gigante planeta gaseoso a través del Observatorio Espacial Herschel de la ESA, el que es lo suficientemente sensible como para detectar la abundancia de agua en latitud y altitud en la estratósfera de Júpiter. Las observaciones muestran una clara asimetría norte-sur en la distribución de agua, habiendo más agua en el sur. Los científicos señalan que el 95% del agua que actualmente se observa en Júpiter proviene del cometa. Y agregan que «Gracias al Herschel, hemos relacionado el impacto extraordinario de un cometa -seguido en tiempo real- con el agua de Júpiter, resolviendo finalmente un misterio que ha persistido durante casi dos décadas.

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