La Gran Mancha Roja de Júpiter es considerada la mayor tormenta del sistema solar. Con 16.350 kilómetros de diámetro, es 1,3 veces más grande que la Tierra y los vientos alcanzan en ella los 432 kilómetros por hora. Sin embargo, otro vórtice en el mismo planeta gigante pudo haber sido aún más poderoso. Astrónomos han descubierto que en la década de 1990, cerca de los polos de Júpiter, se desencadenaron vientos de una enorme potencia, con velocidades de hasta 1.450 km por hora, el triple que los del peor tornado en la Tierra. La tormenta alcanzó un diámetro cuatro veces superior al de nuestro mundo. El equipo lo describe como una «bestia meteorológica única en el sistema solar».

Júpiter es famoso por sus distintivas bandas rojas y blancas: nubes arremolinadas de gas en movimiento que los astrónomos utilizan tradicionalmente para rastrear los vientos de su atmósfera inferior. Los astrónomos también sabían que hay auroras en los polos del planeta, lo que se relaciona con fuertes vientos en la atmósfera superior. Sin embargo, hasta ahora los investigadores no habían podido medir de forma directa los patrones de los vientos entre esas dos capas atmosféricas, en la estratosfera. Resultaba imposible porque allí no hay nubes que pudieran seguir.

Pero los astrónomos pudieron realizar estas mediciones de forma alternativa gracias al cometa Shoemaker-Levy 9, que colisionó con el gigante gaseoso de manera espectacular en 1994. Este impacto produjo nuevas moléculas en la estratosfera de Júpiter, donde se han estado moviendo con los vientos desde entonces.

Esta imagen, tomada con el telescopio MPG/ESO de 2,2 metros y el instrumento IRAC, muestra al cometa Shoemaker Levy 9 impactando sobre Júpiter en julio de 1994
Esta imagen, tomada con el telescopio MPG/ESO de 2,2 metros y el instrumento IRAC, muestra al cometa Shoemaker Levy 9 impactando sobre Júpiter en julio de 1994 – ESO

Tres veces un tornado terrestre

Un equipo de astrónomos, dirigido por Thibault Cavalié, del Laboratorio de Astrofísica de Burdeos (Francia), rastreó una de estas moléculas -cianuro de hidrógeno – para medir directamente los «chorros» estratosféricos en Júpiter, las bandas estrechas de viento en la atmósfera, como las corrientes de chorro de la Tierra.

«El resultado más espectacular es la presencia de fuertes chorros, con velocidades de hasta 400 metros por segundo, que se encuentran bajo la aurora, cerca de los polos», afirma Cavalié. Estas velocidades de viento, equivalentes a unos 1.450 kilómetros por hora, son más del doble de las velocidades máximas de tormenta alcanzadas en la Gran Mancha Roja de Júpiter y más del triple de la velocidad del viento medida en los tornados más fuertes de la Tierra.

«Nuestra detección indica que estos chorros podrían comportarse como un vórtice gigante con un diámetro de hasta cuatro veces el de la Tierra y unos 900 kilómetros de altura», explica el coautor, Bilal Benmahi, también del Laboratorio de Astrofísica de Burdeos. «Un vórtice de este tamaño sería una bestia meteorológica única en nuestro sistema solar», añade Cavalié.

Los astrónomos conocían los fuertes vientos que hay cerca de los polos de Júpiter, pero en una parte mucho más alta de la atmósfera, cientos de kilómetros por encima del área en la que se centra el nuevo estudio, que se publicó en la revista Astronomy & Astrophysics. Estudios previos predijeron que estos vientos de la atmósfera superior disminuirían en velocidad y desaparecerían mucho antes de llegar a una zona tan profunda como la estratosfera. Según Cavalié, que utilizó para las observaciones el conjunto ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array), del que el Observatorio Europeo Austral (ESO) es socio, «los nuevos datos nos dicen lo contrario». Y añade que encontrar estos fuertes vientos estratosféricos cerca de los polos de Júpiter fue una «verdadera sorpresa». De la misma forma se expresa Thomas Greathouse, científico del Instituto de Investigación Southwest (EE.UU.) y coautor del estudio. «Para mí es asombroso poder ver la primera medición directa de estos vientos», reconoce.

El equipo utilizó 42 de las 66 antenas de alta precisión de ALMA, ubicadas en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, para analizar las moléculas de cianuro de hidrógeno que se han estado moviendo en la estratosfera de Júpiter desde el impacto de Shoemaker-Levy 9. Los datos de ALMA les permitieron medir el efecto Doppler -pequeños cambios en la frecuencia de la radiación emitida por las moléculas- causado por los vientos en esta región del planeta. «Al medir este cambio, pudimos deducir la velocidad de los vientos de manera muy similar a como se hace para deducir la velocidad de un tren que pasa por el cambio en la frecuencia del silbato del tren», explica el coautor del estudio, Vincent Hue, científico planetario del Instituto de Investigación Southwest, en EE.UU.

Además de los sorprendentes vientos polares, el equipo utilizó ALMA para confirmar, también por primera vez, la existencia de fuertes vientos estratosféricos alrededor del ecuador del planeta midiendo directamente su velocidad. Los chorros detectados en esta parte del planeta tienen velocidades medias de unos 600 kilómetros por hora.

«Estos resultados de ALMA abren una nueva ventana para el estudio de las regiones de Júpiter con auroras, algo realmente inesperado hace tan solo unos meses», afirma Cavalié. También preparan el escenario para mediciones similares, pero más extensas, que realizarán la misión JUICE (JUpiter ICy moons Explorer) de la Agencia Espacial Europea (ESA), que se espera se lance al espacio el próximo año para explorar las lunas heladas de Júpiter.

El Telescopio Extremadamente Grande (ELT) de ESO, basado en tierra y que verá su primera luz a finales de esta década, también explorará Júpiter. El ELT será capaz de hacer observaciones muy detalladas de las auroras del planeta, dándonos más información sobre su atmósfera.

Fuente: abc.es

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