Para descubrir los anillos de Saturno realmente fue necesaria la observación de tres personajes, a lo largo de 65 años. En 1610 Galileo Galilei se convirtió en la primera persona en observar los anillos de Saturno; pero no los describió como anillos sino que como «orejas». Luego en 1655 Christiaan Huygens utilizó un telescopio de calidad muy superior, y fue la primera persona en describir su forma como la de un auténtico anillo en torno a Saturno. Por último, en 1675, Giovanni Cassini estableció que «el anillo» de Saturno estaba compuesto en realidad por varios subanillos que tenían cierta distancia entre sí.

Aunque se sabe que dos de estos espacios entre anillos fueron esculpidos por las órbitas de pequeñas lunas, para los demás sigue sin haber una explicación. Las resonancias orbitales, producto de influencias gravitatorias periódicas de las lunas de Saturno, también afectan a la estabilidad de los anillos. Cada subanillo orbita a diferente velocidad en torno al planeta.

Actualmente, sabemos que los anillos se componen por pequeñas partículas, casi totalmente de hielo, roca y polvo. Carl Sagan señaló que eran «una inmensa multitud de diminutos mundos de hielo, cada uno con su propia órbita, y todos vinculados a Saturno por la fuerza gravitatoria del gigantesco planeta». El tamaño de estas partículas va desde un grano de arena hasta el de una casa. La estructura del anillo también tiene una fina capa de atmósfera compuesta de oxígeno. Es posible que los anillos se formaran con los desechos de la desintegración de alguna luna, cometa o asteroide anteriores.

En el 2009 los científicos de la NASA descubrieron alrededor de Saturno un anillo casi invisible que es tan grande, que serían necesarios mil millones de planetas como la Tierra para ocuparlo (o unos 300 planetas como Saturno alineados).

Fuente: El libro de la Física – Clifford A. Pickover

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