Un grupo de astrónomos ha descubierto lo que parecen ser dos agujeros negros supermasivos en el centro de una galaxia remota, ubicada a unos 3.800 millones de años luz de la Tierra, que giran entre sí como si fueran compañeros de baile. Este avistamiento astronómico «increíblemente extraño», en palabras del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA, fue realizado con la ayuda del telescopio espacial WISE. Observaciones posteriores de seguimiento con el radiotelescopio ATCA, en Australia, y el Gemini Sur, revelaron que el chorro de uno de los agujeros ha cambiado de forma y se bambolea, probablemente empujado por el peso del chorro del segundo.

Chao-Wei Tsai, del JPL señaló que «Creemos que el chorro de un agujero negro ha sido desplazado por el otro, como si de una danza con cintas se tratara; Si es así, es probable que los dos agujeros negros estén bastante cerca y se encuentren entrelazados gravitacionalmente».

Al principio los científicos pensaron que esta extraña estructura se trataba de nuevas estrellas formándose a un ritmo frenético, pero después de inspeccionarlo con más detalle, se dieron cuenta de que el fenómeno «se parece más a una fusión de agujeros negros gigantes», indica Peter Eisenhardt, director del proyecto WISE en el JPL.

Los astrónomos creen que casi todas las grandes galaxias albergan al menos un agujero negro supermasivo con una masa equivalente a miles de millones de soles. El misterio es cómo consiguen engordar tanto. Una manera es devorando materiales existentes a su alrededor. La otra es el canibalismo galáctico. Cuando las galaxias colisionan, estos agujeros negros masivos sucumben en el centro de la nueva estructura, enredándose en una especie de «tango» gravitacional. A veces se convierten en un único agujero negro incluso más masivo.

El baile de estos dos agujeros negros comienza lentamente, con los objetos dando vueltas entre sí a una distancia de unos pocos miles de años luz. Pocos agujeros negros han sido identificados en esta temprana fase de fusión. Como continúan dando vueltas uno alrededor del otro, se acercan, separados únicamente por unos pocos años luz. En la etapa final en la fusión de los agujeros negros, estos envían ondas gravitacionales a través del espacio y el tiempo. Los investigadores buscan activamente estas ondas utilizando estrellas muertas llamadas púlsares con la esperanza de comprender mejor el funcionamiento de los agujeros negros danzantes.

 

 

Fuente: ABC.es

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