La observación astronómica no comienza hasta alrededor de 380.000 años después del Big Bang, porque ése es el momento en que se inició la expansión observable del Universo, gracias a que la luz se tornó lo suficientemente difusa como para poder viajar libremente por el espacio para que, en última instancia, pueda ser captada por nuestros telescopios desde la Tierra. De lo que sucedió antes de ese punto, simplemente no tenemos registro alguno.